Y, me senté a contar los minutos, tal vez con la secreta esperanza que este encuentro fuese mágico... me quede viendo el atardecer como si él mismo, no tuviese fin.
Miré al horizonte como queriendo buscar el arrepentimiento pero no lo encontré... mis pensamientos de alegría y la ansiedad, querían desvanecerse para darle paso a la lógica, a esa casi maldita coherencia de hacer lo correcto.
Viendo el reloj, asumí de pronto que caminaba a un destino sin razón, sin asidero alguno más que el deseo de sentir... de liberar, de vibrar, de querer encontrar y vivir aunque por fracción de segundo fuera, un poco de la abandonada felicidad.